Ciudad de México

No estamos preparados. Llevamos cuatro años hablando de este momento, y no estamos listos. No sabemos qué hacer con los celulares, por ejemplo. Llevamos ropa, pero acaso demasiada, o acaso insuficiente; intuyo que no estamos listos para los fríos salvajes, nosotros, bichos de templada ciudad. Esbozamos un itinerario ambicioso: Europa al norte de los Alpes, Rusia, Asia central, el Cáucaso, algunos países del Medio Oriente, Europa mediterránea; pero lo cierto es que enfrentaremos muchas circunstancias que ahora ni siquiera alcanzamos a imaginar. Nos hemos despedido más veces de las que se consideraría educado: “es como si no fuéramos a volver nunca”, pienso a veces, pero luego recuerdo que lo que pasa es que soy fatalista y sentimental al mismo tiempo, combinación letal para enfrentar los cambios.

Lo que quiero decir es que cuatro años no nos han alcanzado para planear este viaje. Nuestras mochilas están en la puerta, pero no me siento listo.

Y no sé si alguna vez me sentiré listo. No sé si parado sobre un glaciar o sobre la Plaza Roja seré consciente de que tras tantas despedidas y tantos trámites y tanto todo, por fin estamos donde queríamos estar. Me aterra pensar que en ese momento no estaré allí, sino pensando en otros trámites y en otras despedidas. Acaso es que uno puede planear muchas cosas, menos el fugaz arte de estar presente.

Acaso en algún insospechado momento de estos meses que se vienen, al menos lograré aprender eso: que el viaje se trata de no estar listo nunca.

– Ruy