Encontrar una lengua

No sé nada de fotografía; eso lo saben bien quienes han trabajado conmigo: preguntarme qué foto me gusta más para equis reportaje casi siempre resultó en un desastre visual. Vaya, podría decirse que tengo dos ojos izquierdos, y por eso mejor me he dedicado a escribir. Supongo que más o menos por eso mismo no sé nada de arte contemporáneo. Escribir es primordialmente darse a entender, y eso, según entiendo, contraviene los principios fundamentales del arte contemporáneo. Además, yo tengo muy pocos amigos, pero muy buenos, lo cual es exactamente lo contrario a lo que uno debe hacer cuando se trata de meterse de lleno a entender (o participar del) arte contemporáneo.

Aunque siempre he sabido esto de mí mismo, casi nunca pienso en ello, porque ni la fotografía ni el arte son cosas que use uno todos los días. A menos, claro, que uno esté de pronto viajando (¿y qué no la mitad del viaje es hacer la foto correcta del viaje?), y que por tanto uno esté a punto de enfrentarse a museos, cientos de museos, donde hacerse el interesante no será suficiente.

Más o menos pensando esto llegué al Tate Modern de Londres. Nada de lo que yo pueda escribir aquí sustituye la experiencia (ni esta ni ninguna, pues; ni que escribiera uno fotografías), de modo que no hablaré aquí de los Picassos y los Dalís y los Braques, que tanto impactan. Acaso para mí es importante detallar dos momentos: en el primero, apunto con mi cámara a cosas; es un momento múltiple, que se desdobla como un cuarto de espejos: primero a un huevo-escultura, luego a un hombre sentado en una esquina, a una familia de animales. Si escribiera una larga reflexión al respecto, concluiría diciendo que lo importante de este primer momento fue la búsqueda de (¿lo escribiré así, tan cursi?) la belleza: de algo que resuene. Y aquí viene el momento dos, acaso más importante. Parado entre los monumentales cuadros de colores sólidos, en una sala acondicionada especialmente para que su obra se apreciara como el quería, leí que para Rothko lo importante del arte era lograr que el espectador estuviera sumergido en el instante de contemplación. Una suerte de meditación, si se quiere, crear un momento (¿lo escribiré así, tan cursi) espiritual.

Sigo sin entender nada de fotografía ni de arte, claro; además, presiento que el objetivo de la vida es ir desaprendiendo cosas, de modo que acaso sé incluso menos que antes. Y ni siquiera sé muy bien de qué va este texto desestructurado. Sé acaso que, mientras lo escribo, no sé por qué, pienso mucho en una frase que creo es de un poema que creo es de Rimbaud, en la que se asegura que la vida se trata de encontrar una lengua. Cierra, si no mal recuerdo, incluso repitiendo: “eso, encontrar una lengua”.

– Ruy