Reikiavik

Si bien el vicio es el hijo más reconocido del ocio, no es el único: la creatividad también es engendrada por éste. El encierro durante los largos y crueles inviernos dio lugar a grandes brotes de genio literario entre los monjes ermitaños medievales que se recluyeron en la remota y salvaje Islandia. Los himnos cuaresmeños de Hallgrímur Pétursson son muestra de esto. No es necesario hablar islandés para escuchar en sus versos un orden y una redondez perfecta, ni oír en su suave sonido la belleza detrás de los fonemas explosivos y guturales de esta lengua que en un primer encuentro podría parecer, a nuestros oídos latinos, burda y dura. La poesía islandesa medieval pareciera buscar el ordenamiento de la naturaleza caótica e impredecible que caracteriza a esta tierra.
En realidad no sabíamos a qué íbamos cuando llegamos al concierto de jazz de Anna Gréta Sigurdardóttir en el HARPA. Frente a una pequeña audiencia (especialmente pequeña tomando en cuenta que el concierto era gratuito) se presentaron por un lado un trío de jazz y por el otro un coro de iglesia; uno introducía al otro, el sonido geométrico de los versos cantados de Hallgrímur Pétursson contrastaba con el aparente caos que distingue al jazz; los cubos desorganizados de la arquitectura del Harpa fueron el escenario ideal ¿Buscaba la autora romper el rigor matemático de los versos medievales al contraponerlos con la espontaneidad de la música del trío?, ¿Buscaba el poeta medieval ordenar el caos natural al crear sus versos?, ¿busca la ordenada sociedad islandesa domar el salvajismo impredecible de su tierra sin caer en un rigor matemático?

– Carlota

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