La diosa del jacuzzi

Se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de su dios, pero a mí me parece más sensato pensar que fue al revés y las deidades fueron creadas a imagen y semejanza de la cultura que las inventó. Así, los dioses romanos son ebrios, lujuriosos y hedonistas porque fueron creados por una cultura que daba rienda suelta a sus pasiones. Quizá se deba a esto que nunca se hayan esforzado demasiado por conquistar las islas británicas, lugar desolado, remoto y helado que no compaginaba con sus gustos; sin embargo, hicieron unas cuantas excepciones, como es el caso de Bath, sitio que conquistaron tras descubrir que la diosa Minerva había elegido esta insípida tierra para instalar una fuente de aguas termales. Así que, a la usanza romana, llegaron, arrasaron, sometieron y construyeron un ambicioso templo acuático en torno a la fuente.

Cualquier spa actual estaría celoso de la ingeniería, arte y lujo de estas ruinas milenarias; pero Bath no es un spa, es un templo creado para rendir culto al cuerpo. Aquí el hedonismo se celebra libre, egoísta y pecaminosamente. Aquí el sentimiento de culpa heredado del cristianismo no existe, pues la mismísima patrona del templo, Sulis Minerva, invita a sus fieles a desnudarse y gozar de las delicias terrenales y corpóreas.

Pero en Bath no todo era placer. Si es cierto que los dioses son reflejo de sus creadores, entonces Minerva también era vengativa y estaba encargada de cumplir las caprichosas solicitudes de quienes le oraban: “Solicito a la diosa Sulis Minerva. Encomiendo a tu divina majestad mi túnica de baño y capa. No permitas el sueño o la salud a aquel que me ha hecho mal, ya sea hombre, mujer, esclavo o persona libre, a menos que se entregue a sí mismo y traiga dichos bienes a su templo”, dice una de las tantas placas con maldiciones halladas en la fuente principal del templo.

Mientras leo sus maldiciones, cada una más ridícula y extravagante que la anterior, envidio su capacidad de odiar sin sentir culpa, su libertad para gozar sin vergüenza; siento celos de su desfachatada comodidad con su pueril y grotesca humanidad. Camino por las ruinas de Bath y maldigo haber nacido en una cultura que ha decidido alabar mártires.

– Carlota