Notre-Dame no es una iglesia

A mí no me engañan: Notre-Dame no es una iglesia. No hay manera de que esas torres, las campanas, las cruces y los santos y los obispos y las criptas, los devotos fieles que la visitan, los detalles góticos, los vitrales, sean en conjunto una iglesia. Yo lo sé; sé que mi descripción pareciera otra cosa, y que incluso el nombre, “Nuestra Señora de París”, tiene una empinada intención hacia lo que pudiera parecer devoto o, cuando menos, católico. Pero a mí no me engañan: Notre-Dame es otra cosa. Ni siquiera se ocupa por disfrazarse de iglesia, sino que cínicamente no lo es. Basta con ver su fachada: ¿a quién se le ocurriría provocar devoción con aquellos garigoles y gárgolas (monstruos que, por cierto, no pueden explicarse bajo la pía lupa del más ostracista Medievo)? Visto objetivamente, Notre-Dame no puede ser una iglesia, no con sus puertas contando historias, no con sus columnas fingiendo fragilidad, no con sus hordas. No puede ser una iglesia; será acaso una o varias de muchas cosas:

  1. Una nave a punto de abducir herejes.
  2. Una casa embrujada de la que salen humos de cantera, que escapan lentamente, a razón de dos milímetros por centuria, hacia el cielo gris.
  3. Una isla a la que le creció una chinampa bicolor.
  4. Una bocina que ya sólo puede reproducir cierta nota, que suena a campanadas.
  5. Una fotografía esperando a ser tomada.
  6. Un cúmulo de fotografías que da la ilusión de tener tres dimensiones.
  7. Una fotografía, sólo una, perdida en un álbum que ya nadie mira.
  8. Un transmutador de especies, que vuelve a los humanos microbios rumiando bajo las ramas de un arbusto de piedra.
  9. Un enorme refractario en el que humean vidriosos caramelos de colores.
  10. Un decantador de lluvia, cuyo mecanismo son fauces de gárgolas dormidas.
  11. Un arete que pende de una oreja prefigurada por un masón largamente muerto.
  12. Una voz solemne que rumia por las noches solamente.
  13. Un templo para la religión que todos profesan sin saberlo.
  14. Un teatro congelado en las piedras: en alguna escultura de esas está tu rostro, aterrorizado.
  15. Una noche desierta.
  16. Una manada de mármoles domados.
  17. Todo esto y otra cosa, que nadie sabe bien cómo pronunciar.

Notre-Dame no puede ser una iglesia; lo que provoca, vista de cerca, no puede limitarse a una sola religión, a una fe podrida, a un fanatismo decadente: no puede ser solamente una iglesia.

– Ruy