La adrenalina se dispara, las crestas agudas revelan bajadas repentinas que desembocan en vueltas cerradas que, a su vez, esquivan barrancos sin fondo; un carrito que viene a toda velocidad nos pasa rozando. Las montañas rusas están diseñadas para simular peligro, aunque en realidad, todo está calculado para minimizar el riesgo. Pero hoy no estamos en una feria: cruzamos la diabólica carretera que conecta Salina Cruz y Oaxaca. El gobierno local no parece haber invertido en seguridad. Quién sabe, a lo mejor no tenían presupuesto. No levantamos las manos ni gritamos de emoción, sino que apretamos las mandíbulas en silenciosa tensión mientras vemos pasar una tras otra las piedras pintadas con versículos de la Bíblia que bordean toda la carretera. ¿Dije versículos? Me equivoqué. En realidad son simples hipervínculos: “Mateo 5:3”, “Tito 2:11”, “Romanos 5:8”. Quién sabe, a lo mejor no tenían presupuesto para un versículo completo. En su mayoría, hablan de la vida después de la muerte. Soy exiliada del rebaño del señor, pero una desalentadora epifanía me reveló que los hipervínculos son epitafios y las rocas lápidas de conductores desafortunados. No quisiera convertirme en una roca auspiciada por Comex. Dios es fiel, no nos tocó embarramos en la carretera. Soy atea, pero antes de bajar del coche me doy la bendición.
– Carlota